jueves, 18 de agosto de 2011

Cuestiones del más allá. Islas de los Bienaventurados.


1.- Origen y significado

Casi sin excepción, todas las grandes civilizaciones han conformado un cuerpo de doctrinas para intentar explicar las cuestiones de los últimos tiempos: la muerte, el juicio, el destino final. La cuestión ontológica de la finitud de la vida, divide drásticamente el mundo divino del humano y la angustia y el miedo que genera la irremediable muerte impulsa la búsqueda de alguna explicación casi romántica y escapista acerca del más allá, destino siempre más dichoso y prometedor que la presente vida terrenal.

La antigüedad griega distinguía el mundo inmortal de los dioses del mundo terrenal de los mortales. Los primeros, alimentados de néctar y ambrosía, habitaban el cielo y no tenían psyché al igual que los niños, los esclavos, los animales y los objetos inanimados. Los hombres, habitantes de la superficie de la tierra, estaban constituidos por cuerpo ó carne, (la cual debía enterrarse al momento de la muerte) y alma, hálito-soplo ó psyché. La psyché se separaba de la carne a la hora de la muerte y se dirigía al Hades ó mundo subterráneo, lugar frío y gélido, con geografía definida. En su nueva morada esas almas podían ser reactivadas por el recuerdo, ya que eran consideradas en cierto sentido inteligentes al conservar memoria del pasado la cual podía ser estimulada y así garantizar un nuevo vínculo con el mundo de los vivos. Esto se hacía a través de las ofrendas, generalmente alimenticias y también de sangre lograda con sacrificios de animales. Entre los mortales y los inmortales estaban los dioses menores que actuaban de nexo.

Las Islas de los bienaventurados (expresión griega mákaron nesoi) son islas escatológicas, ya que tienen que ver cuestiones del Más Allá. Algunos sinónimos son: Islas de los dioses, islas de los dichosos o de los afortunados, Islas de los felices. Se las define como la residencia de los dioses o de ciertas personas, casi siempre héroes, adonde van en lugar de morir ó después de muertas, almas de personas justas y virtuosas que acuden como recompensa a determinados comportamientos. También podrían entrar en la categoría de islas míticas, adonde se desarrolla un mito legendario de cierta entidad, como el jardín de las Hespérides

Conceptos parecidos aparecen en la cultura hindú, en la japonesa, en la china, céltica, irania germánica y en las tribus indias del sud-oeste americano.
V. Manfredi ha dicho que el mito de las islas de los bienaventurados podría tener su origen en fuentes mesopotámicas, más concretamente sumerias, en el poema de Gilgamesh el cual habría sido traído a occidente por los fenicios quienes imaginaron una tierra de inmortalidad en el occidente, junto a Océano, personaje primordial donde estaba la fuente de la inmortalidad, la ambrosía que permitía escapar a la muerte y a las miserias humanas. La puesta del sol por el oeste y la oscuridad consecuente, parecen ser la causa de asociación de la muerte con algún destino ubicado en el occidente, más allá de las columnas de Heracles, seguramente cerca de Atlante. Otros sostienen que este mito tiene su origen posiblemente en Egipto (pasando al continente a través de la isla de Creta) y Oriente próximo, llegando al ámbito heleno producto de contactos en la Edad de bronce ó intercambios comerciales durante el siglo VII A.C. También se habla de la incidencia de leyendas, hebreas, ibéricas y la posible presencia de un viejo tronco común indooeuropeo

Cualquiera sea su origen, lo que no cabe duda es que los movimientos religiosos órficos y pitagóricos fueron quienes más difundieron el mito, pasando de ser una cuestión estrictamente mítica a mística-religiosa.
El hecho de ser tierras insulares tienen algunas connotaciones: “aislamiento y lejanía” son las dos características principales además de inaccesibilidad, indefinición de su situación concreta, halo de misterio, posición alejada del espacio cotidiano, autonomía e inmunidad a impurezas foráneas y por tanto cierta perfección. Serán islas con suelos de alta productividad, clima suave, sol eterno, gran riqueza de agua y árboles y portadoras de una vida de ensueño, sin penas ni sacrificios.

2.- Nacimiento mítico en Grecia

Concretamente dentro del mundo griego, estamos ante un mito que cuenta unos treinta siglos de historia. La cosa comienza formando parte de un antiguo mito como es el de las Razas o de las Edades, enunciado por Hesíodo (Boecia siglo VII A.C.) en sus Trabajos y días, donde se relata la progresiva decadencia de las edades de los hombres, quienes en un comienzo tenían una vida cercana a los dioses y se encuentran ahora en la edad de hierro, la más decadente, y donde vive el poeta. Dice Hesíodo: “Zeus Crónida crea la cuarta raza, raza más justa y valerosa, raza divina de héroes que se llaman semidioses. A unos, destruyó la guerra cruel y el terrible grito tribal al pie de Tebas de siete puertas, en tierra cadmea, y que combatían por los rebaños de Edipo, y a otros también, después que en naves sobre el gran abismo del mar llevó a Troya por causa de Helena de hermoso cabello. Allí a unos el fin de la muerte los envolvió, y a otros, Zeus Crónida proporcionándoles vida y costumbres lejos de los hombres, los asentó en los confines de la tierra. Allí habitan con el corazón despreocupado, en las islas de los bienaventurados, junto a Océano vertiginoso, felices héroes, para ellos la tierra rica en sus entrañas, produce fruto dulce como la miel que florece tres veces al año. Lejos de los inmortales, sobre estos Cronos reina. A ellos honor y gloria por igual acompañan”.

En la raza de los héroes, Hesíodo distingue dos grupos. El primero es el formado por los que murieron en guerras (héroes de Tebas y de Troya). El segundo grupo está engrosado por los que no murieron y fueron trasladados por Zeus a las Islas de los Bienaventurados. Algunos interpretan que según Hesíodo, la inmensa mayoría de esta cuarta raza, desciende al Hades y son los menos los que tienen como destino las islas de los bienaventurados. De todas maneras los héroes son un paréntesis en la evolución decadente de los hombres y aportan una cierta reivindicación para aquellas ilustres figuras épicas que contrastan con la actual generación de personas anónimas. Sin lugar a dudas, tienen ciertas similitudes con la raza áurea, la primera, la de los mortales hombres, para quienes también reinaba Cronos y vivían como los dioses, con el ánimo despreocupado, sin penas ni pesadumbre, en un lugar donde había frutos espontáneos (especie de paraíso agrícola) y donde alcanzaban la muerte dulcemente como si fueran alcanzados por el sueño. No es casual que Cronos, el dios liberador, que había permitido la vida de sus hermanos, aquel venerado por los esclavos, fuera el guardián de ambas razas. Esta transposición de la raza de oro a un territorio remoto es una forma de evitar su total desaparición. No se detalla porqué Zeus decide recompensar a algunos de los héroes y no a otros, algunos autores opinan que Hesíodo quiere manifestar, basado en un criterio moral, que los de carácter más pacífico, los de excelencia, los más asociados a la justicia, a la virtud, conformarían el selecto grupo de los premiados. Hesíodo quiere poner a los héroes pacíficos por encima de los guerreros, de cuya gloria guarda silencio. Veremos más adelante que numerosos héroes del círculo tebano o troyano son destinados allí, siempre por elección divina y por ser parientes de alguna divinidad o por ser portadores de cierta virtud (areté). Debe estacarse que si bien estos héroes pasan a tener una existencia eterna, no se les concede una potencia divina y sobre natural.

Si continuamos dentro de la literatura arcaica, el mismo concepto aparece contemporáneamente en Homero en la Odisea donde se habla de la llanura Elisia (en griego elision es el lugar de los que se han ido). Es otra denominación para referirse al mismo concepto, no es un destino escatológico, ya que no son muertos sus pobladores sino que son trasladados allí con vida. Se observa que rigen las concepciones aristocráticas homéricas: los nobles están más próximos a los dioses y pueden obtener privilegios semejantes a los divinos como la inmortalidad. Menelao (rey de Esparta y héroe participante de la guerra de Troya) le cuenta a Telémaco una profecía que dice: “Respecto a ti Menelao, no está determinado por los dioses que mueras en Argos, sino que los inmortales te enviarán a la llanura Elisia, al extremo de la tierra donde está el rubio Radamantis. Allí la vida es más cómoda, no hay nevadas y el invierno no es largo, tampoco hay lluvia sino que Océano deja siempre paso a los soplos de Céfiro que sopla sonoramente para refrescar a los hombres, porque tienes por esposa a Helena y eres yerno de Zeus”. Este paisaje ideal o “locus amoenus” implica una vida cómoda que recuerda la residencia de los dioses: sin nieve, con inviernos cortos, sin lluvia, con brisas frescas y una resplandeciente claridad.

Hasta aquí son algunos héroes los posibles moradores de estos recónditos lugares. El concepto de llanura Elisia no reaparece hasta Apolonio de Rodas a diferencia de islas de los Bienaventurados que se repite más asiduamente.
Un héroe que tuvo como destino a las islas, fue Aquiles, héroe por excelencia de la guerra de Troya, el hijo de la diosa Tetis, que según los escolios áticos transmitidos por Ateneo, donde se ensalza la memoria de Harmodio, se dice: “Querido Harmodio, dicen que estás en las Islas de los bienaventurados junto a Aquiles, el de los pies ligeros”. Aquí por primera vez aparece un personaje histórico como habitante de las islas. Parece ser que la razón de la admisión de Harmodio es de índole moral: seguramente se entendió como retribución a su acción heroica, motivada por su amor a la libertad. Este canto presenta la innovación de que en las Islas se admite a hombres contemporáneos. Con todo, parece imperar todavía la mentalidad arcaica: excepcionalmente un hombre es admitido por haber realizado una hazaña, que lo asemejaría a las figuras míticas del pasado. Hay otra versión, la Olímpica de Píndaro, donde Aquiles, luego de muerto, fue a las islas de los Bienaventurados y estaba acompañado de su padre Peleo y Cadmo, el fundador de Atenas y esposo de la diosa Harmonia. Aquiles, rechazando el consejo de su madre diosa y vengando la muerte de su amigo Patroclo, desdeñó la muerte y el peligro, temiendo mucho más vivir siendo cobarde sin vengar a los amigos.

Posteriormente también Platón argumenta el destino de Aquiles como una recompensa de los dioses por su buen comportamiento ante la muerte de Patroclo al vengar su muerte ante Héctor aun sabiendo por su madre que moriría. Según Ptolomeo Queno de la unión de Aquiles y Helena, en las islas de los bienaventurados nació un niño alado: Euforión.

Otro héroe que tuvo un destino similar a Aquiles y Menealo fue Diomedes, que luchó contra Tebas y en la guerra de Troya, quien según nos cuenta Píndaro, habría sido llevado, luego de ser matado por Eneas, por Atenea a una isla sagrada y remota y se habría casado con Hermoíone, hija de Menelao y Helena.

Otra figura que aparece como habitante de las Islas de los bienaventurados en dos poemas, es Alcmena, la madre de Heracles. Según Antonio Liberal en su Metamorfosis nos cuenta que Alcmena, luego de morir es raptada por Hermes (enviado por Zeus) y conducida hasta las islas para ser entregada como esposa a Radamantis.
Héctor es otro morador de las islas según un poema de Licofrón donde Casandra le vaticina que vivirá por decisión de Zeus en las islas de los bienaventurados como un gran héroe.
Paris, según Homero, es también raptado por decisión de Afrodita.
En un texto de Artemidoro sobre la Interpretación de los sueños se dice que un armador soñó que estaba en las islas e los bienaventurados donde era retenido por los héroes y encontró a Agamenón quien lo liberaba, con lo cual queda demostrado que en la Grecia antigua este destino aparecía hasta en los sueños.

Vemos que en un comienzo las citadas islas eran morada sólo de algunos héroes elegidos por los dioses. Más tarde hay una cierta flexibilización y se suman algunos personajes históricos, como Harmodio y dioses, como Lico (hijo de Poseidón y Celeno) y el propio Zeus (según Licofrón en Alejandra).


3.- Literatura griega clásica:

Desde el siglo VI se difunden las religiones o cultos mistéricos en los cuales se busca un acercamiento a ciertas divinidades y la premiación o recompensa para los iniciados, la cual incluye un destino dichoso en el Hades en compañía de los dioses. Desde principios del siglo V el destino de las islas de los bienaventurados comienza a democratizarse y cada vez son más los posibles moradores, abiertas para las almas especialmente justas. Serán las almas justas y no los héroes, los que comienzan a habitar estas islas. La firme creencia en la transmigración de las almas, permite que mediante sucesivas existencias y purificaciones, se pueda alcanzar el definitivo envío a las islas Bienaventuradas. La purificación se realizaba mediante ritos, estudio de la música y las matemáticas.
Pïndaro y Platón tomarán como referencia esta concepción mistérica de un Más Allá idílico y la aplicarán a las islas de los bienaventurados, que antes sólo eran destinos reservados a favoritos de los dioses y donde ahora, el hombre de a pie, que se ha esforzado largos años por ser justo y piadoso, busca una recompensa eterna y desea ser tratado y estimado como los héroes legendarios. La visión romántica ubicada sólo en el pasado, plasmada en la edad de oro, se suma a la visión posible del futuro a través del destino de los iniciados, que permite acceder a un más allá bienaventurado. Una evolución similar se observa en el cristianismo, donde el Paraíso del Edén, que designaba en un principio el lugar idílico de la primera humanidad, perdido como la Edad de Oro, pasa a concebirse ya desde el primer cristianismo como destino escatológico al que se puede llegar tras la muerte si se ha sido justo. Gracias a la redención efectuada por Cristo, se espera regresar al jardín perfecto perdido por el pecado de Adán y Eva.

Píndaro (siglo V) en su Olímpica II, habla de una sola isla. Hay una descripción más rica, se habla del fulgor del sol, brisas que la rodean, áureos frutos, abundancia de árboles y flores, flamear de rayos de oro, adornos de brazos y cabezas con guirnaldas, la luz es el elemento esencial. Está presente nuevamente el océano y Radamantis, como asesor de Cronos. Para Píndaro las islas por primera vez son morada de seres que son transportados allí vivos ó luego de muertos y no sólo pueden habitarlas unos pocos héroes, sino todas las almas de quienes hayan sido personas justas y piadosas. El requisito para ser admitido en las islas es aquí claramente moral, si bien Píndaro, para no contradecir frontalmente la tradición, deja abierta la posibilidad de la libre intervención divina, al señalar que Aquiles es recibido no por sus méritos sino por decisión de Zeus, persuadido por la madre del héroe, Tetis. En otros pasajes se dice que fue recibido por el amor que mostró hacia Patroclo.
Aristófanes en las Avispas también hace referencia a lo embelesado que está un oyente al escuchar unas palabras, siendo tal el encanto, que se sentía estar administrando justicia en las islas de los bienaventurados. Eurípides las cita en Helena y en las Bacantes, donde pone en boca de Dionisio la profecía de que a Cadmo y a Harmonía los salvará Ares y transportará sus vidas a las islas de los bienaventurados.

Aristóteles en Política dice: “Los que parecen más prósperos y disfrutan de todas las venturas necesitan mucha justicia y mucha templanza, por ejemplo los habitantes de las Islas de los bienaventurados (si los hay como dicen los poetas). Estos tendrán más necesidad de filosofía, de justicia y de templanza en la medida en que disfruten de más ocio y tienen mayor abundancia de los bienes de esa clase. Es evidente por tanto, que la ciudad que se proponga ser feliz y cabal, tiene que participar de esas virtudes”.

Platón las cita en el Banquete, en la República y en el Gorgias. Allí se relata que desde tiempos en que reinaba Crono existe una ley según la cual minutos antes de morir, jueces vivos realizan el juicio correspondiente para decidir el destino final del alma: las islas de los bienaventurados, en la felicidad perfecta, libre de todo mal ó el Tártaro como cárcel para la expiación y el castigo. Pero habiendo ocurrido frecuentes errores, un día se presentaron ante Zeus, Hades y los guardianes de las islas de los bienaventurados. Luego de escucharlos, Zeus concluyó que los juicios eran defectuosos porque los jueces estaban vivos y juzgaban a hombres vivos en el día de su muerte. Los hombres, al estar vivos, están vestidos con todos sus ropajes y muchas veces almas defectuosas, terminan estando recubiertas de bellos vestidos. A su vez se pueden presentar junto al futuro difunto, los amigos y parientes, que hacen las veces de testigos de la buena vida que ha llevado la persona, perturbando la decisión de los jueces. Hay demasiadas cosas que se interponen entre las almas de los jueces y el futuro difunto. Además la persona sabe que está próxima a morir. Zeus decide que se deberán realizar una serie de cambios: la persona no será conciente de la hora de su muerte, se presentará luego de muerta, sin testigos, sin ornamentos, desnuda y será juzgada por jueces muertos y también desnudos que serán Minos, Radamantis y Ëaco. La descripción que hace Platón de las islas es bastante parca, frente a la de Hesíodo y Píndaro, pues se limita a señalar la existencia de una felicidad completa y la ausencia de males.
En esta época es lógico pensar que se hace necesario para la sociedad griega, sociedad donde crece tan vertiginosamente la filosofía y la búsqueda del correcto comportamiento individual y colectivo, encontrar un principio que justifique el ideal ético del ciudadano. Debe necesariamente haber una recompensa.

Por último, debe destacarse que a partir del siglo IV A.C. era muy frecuente la presencia en inscripciones funerarias de alusiones a las islas de los bienaventurados, demostrando que eran una creencia popular y no permanecieron sólo dentro del campo literario como ficción poética.
Varios investigadores han intentado precisar la ubicación geográfica de este destino. Esta es la fase geográfica que intenta transferir los elementos míticos y místicos-religiosos a algunas islas geográficamente reales. Herodoto (s.IV A.C.) es quien por primera vez habla de este lugar no como destino mítico religioso, sino como un lugar geográfico que él cita en Oasis, Egipto. Licofrón dice que las islas no están junto a Oceáno sino en Tebas, donde según él hay un epígrafe que dice “Estas son las islas de los bienaventurados donde precisamente en este lugar Rea dio a luz a Zeus, el más ilustre rey de los dioses”. Otros destinos son los citados por Diodoro: Lesbos y Creta por Plinio. Sin embargo, la mayoría se inclina por postular a las Islas Canarias, aunque nunca se han encontrado restos arqueológicos griegos en esas islas, quizás por ser en algún momento la última tierra conocida y estar inmersa en el Océano. Desde el s. XIX por designios de Philip Baker Webb, pertenecen al llamado archipiélago de Macaronesia que engloba una serie de archipiélagos del Atlántico norte cercanos al continente africano. Integrado por las Azores, Canarias, Cabo Verde, Madeira e Islas salvajes.

4.- Conclusiones

.- El concepto de las islas de los bienaventurados no es un concepto puramente griego sino que parece haber tenido so origen en tiempos más remotos y posiblemente contemporáneamente en varias civilizaciones.

.- Las islas de los bienaventurados nacen como concepto mítico en Hesíodo en al año 700 A.C. y se difunden como idea mística-religiosa con los cultos mistéricos órficos y pitagóricos. Hasta la difusión de dichos cultos, para los griegos, las almas de los muertos se dirigían al Hades, adonde les esperaba un deambular eterno en una vida desagradable.

.- Comienzan siendo un destino muy selecto para algunos héroes seleccionados por alguna divinidad y luego se flexibiliza su entrada para hombres virtuosos y justos.
.- Píndaro (siglo V) es quien por primera vez cita a un hombre contemporaneo como morador de las islas debido a sus cualidad y virtudes.

.- A partir del período clásico la causa principal de este destino en las islas de los bienaventurados se fundamenta en la firma decisión del ciudadano quien puede encontrar una recompensa a su vida virtuosa y puede dejar de esperar la decisión casi caprichosa de alguna divinidad que lo elija.

5.- Bibliografía

.- Las islas de los Bienaventurados: historia de un mito en la literatura griega arcaica y clásica. M. Martínez. 1999 V Coloquio Internacional de Filología Griega, España. Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
.- La muerte y la utopía de las islas de los bienaventurados en el imaginario griega. J. López Saco.

Autora:Laura Draghi

1 comentario:

Anónimo dijo...

segun la mitologia,ademas para llegar a las islas bienaventuradas,en los campos eliseos debias renacer 3 veces y llegar a los eliseos las 3 y tu premio por eso eran las islas